miércoles, 12 de marzo de 2014

Miércoles 12 de marzo: Primer peligro



08.00h en Punta Arenas, me levanto y en la ducha intento concienciarme de que me voy definitivamente a la Antártida. Cuando me voy a vestir me pongo un amuleto que me regaló Nuria en fin de año, la madre de mi amiga Blanca – quién casualmente también llevaba puesto. Por otra parte, mi amigo “Batman”, cruzaba dedos de manos y pies para que todo fuese bien. Todo estaba a mi favor, nada podía salir mal.



Llegamos al Hotel Cabo de Hornos. Maletas listas, equipo de video y cámara a punto, baterías cargadas, ganas e ilusión. Nada más entrar veo la lista de los que vamos a viajar a la Antártida hoy. Veo mi nombre, el primero como siempre, ya sea por nombre o por apellido. Que esté el primero significa que todo el mundo lo ha leído y por lo tanto no puedo abortar misión.



De camino a la recepción paso por la sala de ordenadores, les veo a todos un poco más nerviosos de lo habitual. Me acerco y me enseñan la WebCam de la Antártida en directo. Para lo poco que se ve, podemos apreciar el fuerte viento y la niebla densa que hay. “Suerte en la vida”, les digo, “yo paso”.




Se pospone el punto de encuentro de las 8h a las 10.30h. Para matar la espera, me voy a la plaza de la estatua de Magallanes de nuevo. ¡Pero no!, tranquilos que ya no le doy más besos al pie. Esta vez voy para mirar los puestos y tiendas que hay alrededor. No me compro nada – raro en mi – porque soy tan inteligente que aún voy con euros, y aún no he cambiado nada a pesos. 


Son las 10.30h y aún no han dicho nada. 11h, la espera me está matando. Me pido un café.




Aparece nuestro amigo brasileiro de las FAB, uno de los más simpáticos porque es de los únicos que sonríe. El habla portugués y yo español, así que nuestra comunicación es a base de es gestos,  sonrisas y poco más. Yo finjo que le entiendo y el conmigo igual. Pero nos caemos bien. A lo que iba, aparece por la puerta y nos hace un gesto de “okey”.



¿Cómo?, ¿nos vamos? Sí. 3, 2, 1 y las maletas estaban dentro del bus que nos llevaba al aeropuerto. Le digo adiós a mi amigo el brasileiro, que se queda en Punta Arenas para recoger a los que les hacemos el relevo en la Antártida.




De camino al aeropuerto, nervios a flor de piel y unas ganas inmensas de llegar ya. Nos dicen que son 3h de vuelo y que hace mucho frío en el avión; tomo nota. A todo esto, me fijo que hay dos mujeres más con nosotros. Me sentía un poco más respaldada, aunque deberían tener entre 40-50 años (si algún día leéis esto y no he acertado con la edad, os pido mil disculpas) así que la ‘lola’ seguía siendo yo.



Subo al avión de las Fuerzas Armadas Brasileñas (FAB), el Hércules. Ya me habían dicho que los aviones militares eran diferentes, ¿pero tanto?



Los asientos no son asientos, hay dos pasillos y son como unas fundas colgadas desde unas barras, apoyadas en unos bloques de hierro. El reposamaletas es lo más parecido a unas literas militares, verdes y con barrotes. En suelo está en desnivel, como si fuesen unas cañerías o algo por abajo. Las paredes estaban forradas como con una funda mimetizada. Cuatro ventanas y mucho, mucho, muchísimo frío. Dicen que a diferencia de los aviones normales, en los aviones militares se ve toda la maquinaria ya que no está tapada.



Nos sentamos. Ahí no hay azafatas que te persigan para que apagues el móvil o te pongas el cinturón. ¿Qué lo apagas? Bien ¿Sino? También. Lo mismo con el cinturón. Evidentemente no te ofrecen un chaleco ni mascarilla de aire ni te enseñan las instrucciones de nada. Como, también, se sobreentiende que los militares NO se marean. Por lo que no hace falta poner bolsas donde se pueda devolver, impensable (menos mal que no me mareo en los aviones). Eso sí, nos dan unos tapones para los oídos, nos advierten de que los aviones militares hacen mucho ruido, el motor y esas cosas imagino, no sé.



Despegamos. Las fundas/asientos se deslizan de un lado a otro. Muy fijas no están la verdad. Y entre nosotros nos chocamos ligeramente.



Viene un Coronel y nos ofrece ver la cabina. Aquí os dejo unas fotos. Una auténtica pasada. Lo mejor del viaje. Por no decir que fue lo único bueno de esta aventura…



Nos sentamos y nos traen la comida. Por si el primer día me quejaba de la comida de Aerolíneas Argentinas, ¡esta ya no tiene desperdicio! Lo que más me llama la atención es que creo que es escasa, para ser comida de militares.



Todo iba sobre ruedas, todos estábamos contentos y con muchas ganas de llegar. Risas, bromas…




Comemos y al poco rato me duermo. Me despierta una especie de pitido, como si fuese una alarma. Veo a todos poniéndose rápidamente el cinturón de seguridad. Voy a hacer lo mismo pero tengo las manos totalmente congeladas, literalmente no podía ni moverlas. Estábamos sobrevolando la Antártida.



El pitido era la alarma para avisar que llegamos al destino, como si fuese la azafata o el piloto por el megáfono de los aviones, pero más rudimentario. Lo que no me esperaba era lo que iba a venir después.



El avión desciende como si fuera la caída de una atracción (Huracán Condor). Vuelve a estabilizarse. Se tambalea de lado a lado, nos chocamos entre nosotros. Vuelve a descender bruscamente. Me levanto para mirar por la ventana y me encuentro con esta niebla:




Corro a mi asiento de nuevo, me cojo con fuerza a mi cinturón de seguridad. No sabía a qué agarrarme. Y lo que más seguridad me daba era ese cinturón. Una especie de ayuda psicológica. 

 

El avión se mueve más de lo normal y los reposamaletas/literas empiezan a temblar. Se empieza a caer nuestro equipaje encima nuestro. Bruno, mi TECO favorito, me protege bajo su torso para que no me caigan en la cabeza. Yo no reaccionaba, estaba nerviosa, más bien aterrorizada. 

  

El suboficial avisa que no podemos aterrizar, que es demasiado peligroso (gracias, creo que TODOS nos habíamos dado cuenta). Y que debíamos volver a Punta Arenas cuanto antes, pues habíamos sobrevolado la isla durante media hora y el combustible se acababa. Así que una de dos: jugársela y aterrizar. O bien, jugársela también, intentando llegar a Punta Arenas con el combustible justo. Qué bien, ambas opciones son muy apetecibles. 



Deciden la segunda, pues el viento parece ser que está a nuestro favor, y nos ayudaría a llegar antes. 



A todo esto, el avión seguía moviéndose y las maletas cobraban vida propia. Un militar se levanta rápidamente para ayudar a que no se cayesen más pero, desgraciadamente, resbala y se da con uno de los desniveles del suelo en el coxis. Se queda clavado en el suelo. Dos se levantan y corre para ayudarle. A todo esto yo aún no sabía si estaba despierta, soñando o viendo una película de acción.



La cara, las manos, los pies. Estaba totalmente congelada. Pero el miedo camuflaba el frío antártico que estábamos viviendo. Miro para un lado y veo a los militares, aquellos que alardeaban de valentía y fuerza, con los ojos completamente cerrados y cogidos al asiento, miro para el otro y veo a los otros dos militares tumbando al militar que acababa de resbalar. Decido cerrar los ojos yo también y cogerme bien a Bruno y al cinturón, mirase dónde mirase me daba aún más miedo. 



Los temblores empiezan a desaparecer, y todos estaban en silencio. No podías dormirte porque se te podían congelar manos y pies. Así que podías descansar, cerrar los ojos pero moviendo las extremidades de vez en cuando. Miro al resto de pasajeros. Nadie hablaba, nadie reaccionaba, estaban como en una especie de estado de shock. 


Después del susto, nos han pasado una bandeja de té. Para coger un poco de calor e intentar recobrar la calma. 



Nos pasan la cena – aquella que iba a ser para los que iban a hacernos el relevo – un plato caliente, menos mal. 



El susto, el miedo, y tantas emociones juntas, además del plato caliente, hacían que no pudiese controlar mis párpados. Caí rendida, apoyada en mi TECO como una niña de 10 años. Buscando una mínima protección. 



Me despierta la alarma/pito o lo que sea. Acabábamos de aterrizar en Punta Arenas. Creo que darle tantos besos a la estatua de Magallanes me ha salido caro. ¿Quería que volviese? Pues aquí estoy de nuevo. 




Recogemos las maletas y nos subimos al bus. Nadie habla, es como si quisiesen evitar algún comentario sobre lo que acababa de ocurrir. Algunos se agrupan y hablan en privado al aterrizar. 



De camino al hotel, Punta Arenas me recibe con una preciosa puesta de sol. Me lo tomé como un “bienvenida”. Fue como un regalo la verdad, allí arriba se te pasa cualquier cosa por la cabeza.



En cuanto bajo del bus, me recibe York - yo le llamo así, no sé como se llamará en realidad, ni si tendrá nombre - uno de mis perros callejeros preferidos. 






Ahora, 00.00h en Punta Arenas, me encuentro en el hotel. Con mi taza de chocolate con leche, más tranquila y segura. Nos avisan de que mañana no volveremos a la Antártida, el clima no lo aconseja (sería para encerrarlos a todos en un psiquiátrico si mañana quisiesen volver con el susto que nos hemos llevado). Pero aquí nadie desiste, así que quedamos pasado mañana a las 8h para volver a la aventura.



Os pido disculpas a todos los que estáis leyendo todo esto "de P a PA" (y a los que se incorporan ahora) por no poder contar nada más. Me encanta contar miles de anécdotas y cosas curiosas. No es menos cierto que me encuentro con el nervio en el cuerpo, y necesito descansar y que se me pase el susto. 

Buenas noches,



A.A.G-G














































4 comentarios:

  1. Hacía tiempo que la lectura no me divertía tanto. Tu relato del intento de aterrizaje en Frei es electrizante. Que rábia,no! Has tenido la Antártida al alcance de la mano. De todos modos la Antártida es como tu: las mujeres guapas se hacen de rogar. No deseperes. Quien la sigue la consigue. Tienes ahora otro dia para seguir visitando Punta Arenas.
    A ver: recuerdo una escultura de bronce, a tamaño natural, de un pastor con sus ovejas y sujetando un caballo. Es típica la foto de uno/a montándolo. Puede ser la próxima foto que publiques y asi te ahorras el indio de la Plaza.
    Seguimos pendientes de tus noticias.

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  2. Qué ilusión verte por aquí todos los días Fede, así da gusto!!
    Solo por eso he preguntado dónde puedo encontrar esa escultura y hoy hay sorpresa dedicada para ti en la entrada de esta noche!

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  3. Sinceramente me encanta, me entusiasma la manera que tienes de redactar. Eres capaz de hacer que nos metamos en la historia como si fuésemos nosotros los que realmente estuviésemos allí, y no hablo ya simplemente de esta capacidad para introducirnos dentro de tu aventura, es la manera en que lo haces, con éste relato has conseguido que suframos contigo a la vez que disfrutábamos. Todo ello sin mencionar los matices de humor que le pones a cada una de tus anécdotas, a cual mas entretenida. Espero con ganas tu próxima aventura!

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  4. Gracias Ramón!!! Me ha encantado lo que me has dicho :) la verdad es que mi objetivo es exactamente ese, que viváis conmigo esta experiencia!!

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