lunes, 31 de marzo de 2014

Lunes 31 de marzo: Paso de Drake, vuelta al continente y fin de la aventura


Después de haber leído el título deduciréis que esta es mi última entrada. Muy a mi pesar, y con el corazón en el puño, debo decir que, sí, os estoy escribiendo desde Barcelona.

Así que me hace especial ilusión esta entrada ya que tengo que resumir los que, para mi, han sido uno de los mejores días de este viaje. ¿Cómo resumir 8 días en una entrada? No perdamos tiempo pues, seré breve. Empezamos por el Drake.



Día 23 de marzo, tal y cómo os dije en mi último post, me aventuro a cruzar el temible paso de Drake. Situado entre el continente americano y la Antártida. Allí dónde se le perdió la pista al San Telmo a causa del mar. 



Subimos a la zodiac de la marina y llegamos al rompehielos VIEL. Los roles principales del buque son Apoyo Logístico y Transporte Auxiliar, y el rol secundario es Apoyo Hidrográfico.



Buque clase Ice Breaker A-1, con una eslora (largo) de 90 metros y un ancho (manga) de 19 metros. Tiene un desplazamiento máximo de 6500 toneladas, un calado de 6.6 metros a la altura de la popa y una velocidad máxima 15.7 nudos. Cuenta con 9 cubiertas.



Ellos llevaban 45 días a bordo del VIEL, con la misión de Abastecer logísticamente a las diferentes bases que se encuentran en el continente blanco. A su vez en esta ocasión se realizó la PANC, Patrullaje Antártico Naval Combinado, en conjunto con la Armada Argentina, el Rompehielos asumió como buque antártico, y se dedicaba a patrullar por los canales y estrechos. Durante la PANC, se prestó ayuda y visitó a diferentes bases como Juan Carlos I (España), Johan Gregor Mendel (Rep. Checa), Maldonado (Ecuador), San Martín (Argentina), Palmer y Rothera (Gran Bretaña) y todas las bases chilenas de INACH, Armada, Ejército y Fuerza Aérea.



La única manera de subir es trepando por unas cuerdas completamente congeladas y llenas de nieve. ¿Sabéis la sensación de “si me caigo me muero”? Pues esa era exactamente la mía. Pues si por cualquier casualidad resbalaba por esas magníficas cuerdas caía en el congelado y helado mar antártico. Así que el baño no era muy apetecible. Gracias a dios el TECO me ha enseñado a escalar y rapelar desde bien pequeña, así que no hubo incidente alguno. Una vez arriba, el VIEL estaba completamente nevado, parecía un buque de hielo. Cosa que le daba un toque fantasmagórico y terrorífico. 



Nos embarcamos nosotros y nuestro equipaje y nos asignan los camarotes. A Enrique y a Bruno les dan el Camarote 112, compartiendo este con Sky (sorprendentemente el hombre que estaba en la Base Ecológica viajaba con nosotros) y con Benjamín, un periodista español. Más adelante os hablaré de él.

 

Por mi parte, me toca el Camarote femenino (pues no hay muchas mujeres en ese buque), compartiéndolo con Paula, Teniente Segundo. 



Me interesa antes que nada explicaros cómo funciona esto de los rangos en la marina. La Armada de Chile sigue una pirámide Jerárquica que va desde el Almirante hasta el Grumete. Todas estas personas se separan en dos: La Gente de Mar, y los Oficiales. Para ser personal de gente de mar, se ingresa a la Escuela de Grumetes. Mientras que para ser un Oficial de Marina, se ingresa a la Escuela Naval “Arturo Prat”, ubicada en Valparaíso. El menor grado en la Armada de Chile, es el grado de grumete. 

 

En el caso de los Oficiales, uno ingresa a la Escuela con el nombre de Cadete, pero el primer grado jerárquico con validez en la Armada es el de Guardiamarina, y por esta línea se puede optar por llegar al grado máximo que es el de Almirante.

Gente de mar:

De derecha a izquierda (Orden ascendente en jerarquía):
Marinero 1°, Cabo 2°, Cabo 1°, Sargento 2°, Sargento 1°, Suboficial y Suboficial Mayor

Oficiales:


De izquierda a derecha y en orden ascendente en jerarquía:
Guardiamarina, Subteniente, Teniente 2°, Teniente 1°, Capitán de Corbeta, Capitán de Fragata, Capitán de Navío, Comodoro*, Contraalmirante, Vicealmirante y Almirante.
*Comodoro es un grado honorifico que se le entrega a un Capitán de
Navío cuando pertenece al alto mando.



Los marinos que subieron con nosotros de la zodiac al buque (entre ellos Salinas, Rodrigo y varios más de Fildes) no los volví a ver. Sólo a Vizcaya y Gatica, ambos Teniente Primero, pero todo esto tiene explicación. Para el resto de civiles, quiero que penséis un momento en el famoso Titanic. ¿Recordáis la división del barco por clases sociales? Teníamos a Leonardo por los camarotes de abajo, y a Kane por los de arriba. 


Pues eso pasaba exactamente en el VIEL con los rangos: Oficiales arriba y Gerentes de mar abajo. Me dí cuenta después de que el día 23 terminase, pues se me hizo raro no ver a ninguno ni en la comida ni en la cena. 



Día 24, empezamos a navegar. Me instalo en el camarote y conozco a Paula. Me llama especialmente la atención que es la única mujer oficial en el buque. Si creo que habían dos más, pero eran Gerentes de mar. A parte de la doctora, claro.


Pero ella estaba instalada en uno de los “camarotes VIP” (cómo lo llamaban irónicamente). Pues estaba en el piso más alto de todos, en la misma planta que el Comandante, debajo del Puesto de Mandos.


Yo no llegué a ver el camarote de la doctora, pero se dice que incluso nuestro rey, Juan Carlos I, se alojó ahí y dejó una dedicatoria de recuerdo. 




Quiero volver a Paula, conocida como “Pitufina”. En el conocido mundo de los dibujos animados Los Pitufos, tan solo había una mujer, y así es como se dirigían a Paula cariñosamente. Debo admitir que cuando llegué me gustó mucho como trataban todos a Paula, pues pese a ser militar como los demás, le trataban con especial cariño.



Paula era la “Teniente Silva”, y como tal, debía salvaguardar su rango e impedir que le perdiesen el respeto. Silva estaba viviendo su última navegación con el resto de la dotación, pues a la vuelta a Punta Arenas ella volvería directa a Villa del Mar, para formarse en la especialidad de “Torpedos”. Era realmente alucinante ver como una mujer daba órdenes de manera sutil pero firme, una Pitufina de armas tomar. 



Pasamos al día 25, la verdad es que los días pasan bastante rápido pues el trato es admirable, y la compañía era un poco más joven que en Fildes quizás, por lo que yo estaba más “en mi salsa”. 



Os dije que os hablaría de Benjamín, el periodista (izquierda). Un joven de veintitantos, aspecto intelectual y estilo típico de madrileño. Su manera de vestir era algo curiosa: pantalones de color morado, amarillo, etc. Jerseys con las mangas apretadas (llevaba el reloj por encima de la manga, así como cuando llevaba camisa) ,sus zapatos y bien perfumado. Era un tío de aspecto “madrileño jesuitas”, pero algo me dijo que ese chico era diferente, no se si la manera irónica y culta, a la vez, con la que hablaba, o el pendiente de aro que tenía en la oreja izquierda. La verdad es que ese chico desbordaba personalidad, es una de las personas más atípicas que he conocido en mi vida. Su manera de ver la vida me hizo pensar en la mía, en mi futuro, y en lo que yo esperaba de ella. Benjamín estará un tiempo viajando, pues se dio cuenta de que su vida no estaba en Madrid. Rompió con todo y se adentró en una vida de aventuras y emoción. Se necesitan fuerzas y agallas para darse cuenta de qué te hace realmente feliz, romper con todo y seguir adelante. 




La verdad es que estábamos cruzando las terribles aguas del Drake pero lo peligroso se convirtió en divertido gracias a la compañía.



Día 26 y las aguas empezaron a asustar aún más. Una noche que costó dormir. Las sillas se caían, las mesas se movían (estas estaban sujetas al suelo con una cadena), las tazas se deslizaban por la mesa, y agarrándote a paredes y puertas con tal de no caerse. 



Recuerdo en esos días las palabras de Alejo Contreras, el explorador, en la entrevista unos días atrás. “Los tres peligros de la Antártida son: Los incendios en las bases, el frío y el mar. 


Foto del comedor de Oficiales: 


Foto Sala de Oficiales:


Cámara de Oficiales:



De hecho tengo un video en el que dejo la cámara grabando, y parece una película de terror con efectos paranormales. Era divertido una hora, dos, tres… pero llegó un momento en el que costaba comer, ver una película estirado en el sofá – pues los vaivenes del buque hacían que te cayeses – hasta, incluso, ducharse. Y ya no hablemos de bailar… Hubo un intento de aprender a bailar “bachata” que acabó en un baile arrítmico intentando aguantar el equilibrio como patos mareados.



Hubo dos días que tenía que ducharme aclarándome el pelo con la mano derecha y con la izquierda agarrada a una barra. El agua que salía de la ducha se iba fuera de los límites de la cortina mojando todo el suelo, costaba a aclararse pues incluso el agua iba de un lado para otro.

Otra de las cosas curiosas era la disputa de “cómo dormir”. Dormíamos en literas que estaban posicionadas unas perpendiculares a la pared, y otras paralelas. Yo dormía en las primeras, y dicen que de hecho era mejor. Pues el movimiento en las perpendiculares es lo más parecido a cuando acunan a un bebé. De pies a cabeza. Una de las noches tuve que ponerme una almohada en la parte superior de la cabeza porque no podía dormir de los golpes que me daba con la litera. Por otra parte, los que dormían en las paralelas, tenían que soportar movimientos de derecha a izquierda, por lo que tenían que hacer mil inventos para no caerse de la litera.



De hecho, otra gran persona del buque, Felipe Montesinos (Teniente Primero), durmió varias veces abrazado a la almohada con tal de evitar un accidente. De Felipe me sorprendió su edad, pues era bastante más mayor de lo que aparentaba. Lo que destacaría de él es su tremendo sentido del humor.



Juanelo Ortiz, Teniente Primero, era de la Marina Mexicana. Este era un militar de alto rango pero con una ternura y delicadeza abismal. Me llamaba la atención la manera de la que hablaba dirigiéndose a su esposa, su mirada era tan profunda como sus palabras. Es el ejemplo de marido que cualquier mujer quiere en su vida. Una excelente persona. 



La verdad es que casi todos estaban casados. Ya sea desde hace mucho o poco tiempo. Como Dani Rifo, Teniente Segundo y Piloto. Este tan solo llevaba 5 meses casado. Dani era uno de los militares con mejor planta, sonriente y atractivo. Y tremendamente profesional. La verdad es que lo que envidio de Dani es exactamente es que trabaja de lo que realmente quiere. Volar era su profesión y, a la vez, su pasión.



Volviendo a nuestro buque, esa mañana me había venido Bruno y me avisa de que corriese a por la cámara. Estábamos en la localización geográfica de la desaparición del San Telmo.

Piel de gallina y mirada al horizonte. En ese momento me pasaban mil cosas por la cabeza: me imaginaba al buque navegando, a las 644 personas viviendo tranquilamente en el navío español (pues de momento desconocían que morirían entre heladas montañas antárticas aún desconocidas), intentaba descifrar qué pudo pasar rebobinando mentalmente a ese 2 de septiembre de 1819 exactamente dónde estaba yo.

La Antártida es un lugar inhóspito y desconocido. En la que yo había sido un aborigen. Pues aún a día de hoy formo parte de ese 1% de población mundial que ha pisado el sexto continente. Pero, lo mismo digo en el caso del peligroso Paso de Drake. Muy pocos lo han atravesado, y menos han sobrevivido a él. 



Las Islas Diego Ramirez son realmente espectaculares. 


Llega el día 27, llegamos Puerto Williams, Ushuaia. Ese día despedimos a nuestro compañero de aventura, Enrique. Creo que todos y cada uno de los que me habéis leído desde el principio, querréis saber si Enrique logró su objetivo, y así es. Gracias a la información de Sky y otras fuentes antárticas, Enrique seguirá su proyecto desde su querida Tierra del Fuego, Argentina. Le mando un abrazo inmenso de parte de todos, estoy muy orgullosa de haber compartido mi aventura contigo.


Os preguntaréis que por qué abandona el buque antes que nosotros. Tranquilos, no lo estamos abandonando. La verdad es que nuestro ingeniero ha tenido un ángel de la guarda en el buque, Pablo Polack. Un Teniente Primero de la Armada Argentina. Enviado al buque VIEL para garantizar un apoyo del país vecino en esta expedición chilena. 



Polack es, como buen argentino, hablador y optimista. A primera vista me dio un cierto respeto, pero en un par de días pude ver que era una de las personas más graciosas y animadas de ese buque. La verdad es que todas mis palabras hacia Pablo no reflejarán ni la mitad de lo que querría decir. Una persona sorprendente, de esas que vale la pena conocer. 
 

Polack me sorprendió la mañana del 27 de marzo llamando a la puerta de mi camarote para despedirse de mi, y dándome un obsequio que no sabe la ilusión que me hizo, una gorra de la armada argentina. Desde aquí te digo, Polack, que pienso guardarla toda mi vida. Y me acordaré de ti estés en la otra parte del charco, o al Sur del mundo. 


Estamos a un día de llegar a Punta Arenas. Por una parte hay ganas de llegar, pero por otra no puedo evitar tener el corazón en un puño.



Parece mentira que en 5 días pueda haceros una pequeña descripción de cada uno, no se si serán las condiciones de peligro, o las 24h de convivencia. 
Almuerzos, maratones de quinientas películas seguidas, cenas, karaokes y reuniones nocturnas en la Cámara de Oficiales. Tantas historias y culturas diferentes alrededor de una copa de ron con hielo milenario antártico, sabe mejor. Debo añadir que por fin he aprendido a diferenciar el acento chileno del argentino y del mejicano. 


Sé que si hubiese pasado el Paso de Drake con otra compañía, este habría sido horrible y probablemente una de las peores experiencias de mi aventura antártica. Pero la manera de comentar lo mal que hemos dormido, hacer bromas cuando el buque entero de desliza de un lado a otro, reírnos de la manera en la que perdemos el equilibrio, y el optimismo que se respiraba desde proa a popa, ha hecho de esta una de las mejores experiencias de mi vida. 


Sé que me repito demasiado diciendo que son todos muy optimistas. Pero es que en esas condiciones, la risa es la mejor medicina. 


Uno de mis personajes favoritos es, sin duda alguna, el Teniente Primero Celso Oñate. Su sentido del humor, su manera de imitar a los animales, su buen carácter y saber estar. Era una de esas personas que sonríes al verlas, esas que te hacen reír con ni siquiera abrir la boca. 


Ese día nos rodea un paisaje más increíble de lo habitual, los Glaciares de los Fiordos chilenos.



Os contaré una anécdota. El primer día fui al comedor de oficiales a prepararme un café, yo venía de fuera, de la cubierta congelada del VIEL, y en la que había durado apenas 10 minutos.



De repente, viene un marino y, al igual que yo, se prepara una taza de café. Me llama la atención que es mucho más joven que los demás. Este tenía la cara congelada y vestía uno de esos trajes naranjas con los que trabajan en el exterior, con un casco de color blanco en la cabeza. 


No puedo evitar preguntarle si viene de la cubierta, a lo que asiente mientras da un sorbo a su taza de café. Me sorprende verle tan tranquilo y vuelvo a preguntarle, “¿has estado ahí fuera trabajando? ¿en serio?”. Este a penas se separa la taza de los labios y estaba sonriendo, se reía de la pregunta que le acababa de hacer, y vuelve a asentir. Me quedo alucinada con la tranquilidad que me lo cuenta, como si fuese algo normal trabajar en un buque lleno de hielo a temperaturas extremas y estar tan tranquilo e, incluso, con una sonrisa. Finalmente, el hace lo que debería haber hecho yo antes de someterle a un interrogatorio, “por cierto, me llamo Rubén, encantado”.

Lo primero que pienso es que este chico es Gerente de mar, pues ni la edad ni el tipo de trabajo me cuadraba con el resto de oficiales. Mi sorpresa viene luego, cuando le veo sin el peto naranja, uniformado. Ese joven sonriente era un Oficial. Así es, mi Teniente, hablo de ti. Rubén Ugarte. 


Un teniente de apenas 24 años que transmitía, para mi, mejor que nadie el amor y pasión por la Marina. La manera en la que me hablaba de su trabajo, en cómo dar órdenes y, sobretodo, como recibirlas de sus superiores.

Servicial con el resto de Tenientes, dispuesto, valiente y tremendamente profesional y responsable. Aunque tuviese guardias a horas inhumanas.

Rubén me cuenta cuál es su función cada vez que sale a maniobrar y por qué los cascos son de diferente color. 


El hecho de visitar distintas bases y realizar faenas de carga y descargas en ellas requiere la detención del buque por un tiempo relativamente largo, por eso se utiliza la maniobra de fondeo. Esta consiste en soltar el ancla hasta que toque fondo y ‘frenar’ así, el barco. A su vez existe la maniobra de amarre a los muelles, en la que se pasan espías y/o amarras hacia el muelle para hacer firme el buque desde diferentes sectores, pudiendo colocar una pasarela para el embarque y desembarque de personal.



La maniobra de fondeo la cubren 4 personas, y se cubre en Castillo (A lo que le llaman a la Proa del buque).

Oficial de Maniobra: Este oficial está a cargo de la maniobra y dirige al resto, está a cargo de las comunicaciones con el puente de mando y usa un casco blanco para ser reconocido.

Contramaestre: Gente de mar que usa casco amarillo, y es un especialista en las maniobras, asesora directamente al oficial de estación para la maniobra.

Personal: Una persona que cubra en el cabrestante o winche (que es lo que hace subir el ancla) y otro que está a cargo de soltar las trincas y seguros de la maniobra, ambos están a cargo del oficial de estación y cubren con casco azul.

Enfermero: no cubre directamente en Castillo, pero está presente en todas las maniobras, No depende del oficial de maniobras y está en caso de algún accidente, usa un casco blanco con una cruz roja en el centro



Cada uno de los Tenientes debía hacer turnos para “la Guardia”. Esta se hacía en la parte superior del buque, en el Puesto de Mandos. Los turnos eran: 8h-12h, 16h-18h, 18h-20h, 20h- 00h, 00h-4h y de 4h-8h.

Guardia se compone de un oficial de guardia de mar o de puerto, un gente de mar nombrado como Sargento de Entrepuentes (mano derecha del oficial de guardia), un ingeniero de guardia (verifica el correcto funcionamiento de la maquinaria completa del buque, y ellos tienen 4 a 5 ayudantes respectivamente.
Existen 4 guardias. Azul 1, Blanca 1, Azul 2 y Blanca 2. En puerto las guardias duran 24hrs. En la mar, se dividen en cuartos para que la gente no se desgaste tanto a diario. Todo esto bajo el siguiente Rol.



Me gustaría contaros una de las aventuras que más me impactó del Teniente Ugarte. Para realizar las faenas de carga y descarga en los diferentes lugares de la Antártica, a veces es necesario utilizar una mini barcaza llamada “Skua”, a la cual se le echa mucha carga y después se dirige navegando hasta la orilla. En una de estas maniobras, en Bahía Fildes, Rubén se dirigía a tierra como comandante de Skua, y de camino el clima antártico les jugó una mala pasada, lo cual generó problemas en uno de los motores propulsores de la barcaza y a su vez problemas para llegar a tierra. Les costó, pero lo lograron. El problema es que la Skua estaba muy lejos de la orilla lo que hacía imposible desembarcar. Ugarte optó por saltar lo más lejos posible, con un integrante más, para poder tomar las amarras y arrastrar la Skua hasta la orilla. El salto no fue lo suficientemente largo, pues nuestro teniente se hundió en el agua gélida. 


Cuando la maniobra finalizó, acudieron a la capitanía de puerto fildes en busca de apoyo y apoyo. Es justo en ese ese momento en el que les informan que por mal tiempo el buque debía zarpar, con o sin ellos. Lo que por deducción, tenían que quedarse en tierra hasta que regresaran a por ellos. Una experiéncia traumática para Rubén, pues estaba totalmente empapado y evidentemente no tenía recambio. Esto ocurrió a las 20.30h, y no les rescataron hasta el día siguiente a las 11.30 h. Una experiencia que define, una vez más, la valentía de nuestro teniente. 
 


Volviendo a mis compañeros de Fildes, no es hasta el último día que puedo saludar a Salinas, tras bajar a buscarle en repetidas ocasiones y preguntar por el por todas partes. Me hizo mucha ilusión la verdad. 


Llega el día 29, nervios a flor de piel porque ya habíamos llegado, por fin al CONTINENTE. Pero la inevitable pena que llevaba dentro y que reflejaba en los ojos.

El Teniente Ugarte me obsequia con algo que aún hoy, dos días después, sigo con esto en la mente. Su polar. 


Sí, su polar. Con su galleta de “Ugarte” y la bandera de Chile. Entre esto y la gorra del Teniente Polack parece que vengo de hacer la “mili” internacional, en vez de venir de la Antártida.



Sé que me he dirigido a varios de vosotros en repetidas ocasiones mandándoos un mensaje públicamente con la esperanza de que lo leáis. Pero el mensaje de ahora, lo mando tranquila y segura de que lo estás leyendo, Rubén. Y quiero que sepas que voy a guardar este polar como si fuese un tesoro. Pues sé lo que simboliza para ti, lo que representa la marina en tu vida, y que dándomelo me has dicho mucho en tan solo un gesto. Eres todo un ejemplo mi Teniente, espero volver a verte pronto. Te mando toda la suerte del mundo porque te la mereces más que nadie.

Me gustaría repetir una frase que, para mí, fue muy emotiva. Unas palabras de nuestro argentino Pablo el día de su despedida: “El mar lo une todo, grandes continentes, grandes ríos, grandes mares y grandes personas. Lo que una el mar, que no lo separe la tierra” Teniente Polack de la Armada Argentina. 


No es hasta el día 29, un día después, que abandonamos nuestra querida Punta Arenas, así como a Miguel Ángel y su mujer Angélica. 

Información de última hora y que os dejará el cuerpo petrificado, como a mí. Han tenido que desalojar la bahía Fildes ese mismo día por congelación, así como evacuar a Ramírez, Carlos y todos los de la base que dejamos allí. Las tormentas y fuerzas naturales pueden con todo.

Recordamos el viaje de la segunda entrada “Jet Lag y cambios climáticos”. No obstante, esta vez no nos llevan los militares hasta Río Gallegos, vamos en un bus llamado El pingüino.



Me ha sorprendido gratamente pues los asientos eran mejores que cualquier otra butaca incómoda típica de autobús.


Nos han traído, como es habitual, café con leche en polvo aunque esta vez el café era en sobre. 4 horas atravesando la aduana Chile-Argentina, cómoda en esos asientos con mi taza de café y disfrutando de la Patagonia. 


Mirada fija a “la nada”, y dejando libre a la imaginación. Esos momentos de aislamiento que tanto nos gustan a todos los seres humanos. Pensando y reflexionando sobre las emociones y aventuras que dejaba atrás.




Tal cómo llegamos al aeropuerto de Río Gallegos, despegamos. La Patagonia se despide de mi de la manera que mejor lo hace, con uno de esos atardeceres que tanto me gustan. 
Esa mezcla de colores cálidos que atraviesan las nubes relajando la vista y la mente, despidiendo al sol y preparando la entrada de la luna y sus amigas las estrellas.



Mientras despego, en cambio, no puedo dejar de pensar que no sé cuándo volveré a ver un amanecer patagónico, esos primeros rayos de luz pidiendo de rodillas, “luna no te vayas”. 


Estoy todo el vuelo muda, mirando por la ventanilla del avión recordando tres semanas atrás los nervios que sentía, mezclado con emoción e incógnita de saber a dónde voy. Y ahora… me río de mi misma y de esa niña “urbanita” de Barcelona que cruzaba el charco pensando que se iba a comer el mundo, y el mundo se la ha comido a ella.



Abro la mochila y veo el diploma que me entregó el capitán del VIEL, después de leerlo 3 o 4 veces, el corazón me da un latido más fuerte cuando leo la frase: “Estuve al Sur, al Sur del mundo…”. Siendo orgullo y una enorme felicidad por haber podido vivir esta mágica aventura. Pero soy humana y como todos los humanos valoramos más las cosas cuando no las tenemos. Y mi estómago se revuelve cada vez que pienso, “¿volveré al Sur del mundo?”.



Son las 22h, hemos llegado a Buenos Aires. Nos recogen Roberto y Ana María, padres de Virginia y abuelos de esos 6 niños. Nos acogen esa noche en su casa pues nuestro vuelo a Barcelona sale al día siguiente. 


Entre la cena de ese día y la comida (almuerzo para ellos) me “pongo las botas”, como decimos vulgarmente en España. Pues llevaba mucho tiempo comiendo puré, empanadas y pollo chileno.



El bife y el lomo argentino es un manjar de dios. 

Parque de las Heras:



Galerías Pacífico-Calle Florida, Buenos Aires. Adiós mi linda Argentina:


A nuestra típica "P" de Parking , la han sustituido por la "E" de Estacionamiento


A la "M" de Metro, por "Subte" de Subterráneo




Me llama la atención de Buenos Aires el “desorden” que tienen en cuanto a seguir las normas básicas de convivencia. Roban las estatuas y monumentos y han tenido crear un sistema que cada noche queden todos vallados. 



Los motoristas no llevan el casco puesto, ninguno. Eso sí, lo llevan en el brazo a modo de brazalete-codera, un toque “gamberro” y un tanto inconsciente. 



Así como ‘grafitear’ (pintar las paredes) de todas y cada una de las calles. Ya sean avenidas, callejuelas como plazas. 




También, los contenedores de basuras. Hay muy pocos. Cosa que provoca que algunas de las esquinas de las calles tengan bolsas de basura y residuos. Los pocos contenedores que hay, están sin tapa o rotos. 


Me dicen los argentinos que este ‘caos’ va en aumento desde los primeros indicios del 2003. Le llaman “la era Kirchner”. Lo que más me impactó, sin duda fue en el Aeropuerto de Buenos Aires, la cantidad de desaparecidos y secuestrados que hay. 


Mi cuerpo cada vez está más cerca de Barcelona que de la Patagonia ya. Pero parece que esta me quiere retener. Abro una bolsa de patatas que me compré el 30 de marzo antes de subir a El Pingüino en Punta Arenas, y me encuentro con un “vale por otras Lays”. 



Roberto, al igual que Bruno, es un apasionado por la Antártida y las exploraciones. Esa tarde nos reunimos con otros exploradores antárticos y la verdad es que una historia supera a la anterior. Y nos dan un libro de expediciones españolas en la Antártica. 


A continuación mostramos las fotos de los restos del bote de Base Artigas. Realmente hemos sido los últimos en ver esos restos al completo, las tormentas han arrastrado más de la mitad de las maderas a la profundidad del mar, o bien enterrándolas bajo la nieve. 





En esas fotografías, uno de ellos puede avistar la extrañeza del bote. Pues el mástil no es típico en ese tipo de navegación, es demasiado grande. Volvemos a la foto del San Telmo, es prácticamente el mismo. Seguimos con las fotos de los restos, y otro explorador – experto en navegación – nos dice que parece que ha sido reconstruido con restos de un buque. 

¿Estáis pensando lo mismo que yo? Todos y cada uno de los exploradores se queda boquiabierto con tantas evidencias y nos ofrecen su ayuda para volver el año que viene a investigar a fondo.

Ahora os digo a todos vosotros, no tan solo Enrique ha logrado su objetivo, nosotros también. Y con el nosotros os estoy contando a todos vosotros, pues habéis vivido esta aventura conmigo, muchos incluso aconsejándome y preguntándome por redes sociales y/o comentarios en el blog.

23h del 30 de marzo, FIN DE LA AVENTURA. 




Pasamos la aduana y sobre volamos el gran charco vuelta a Barcelona. 


 Mientras despego, miro lo inmensa que es la ciudad de Buenos Aires, y me acuerdo Fátima. No sé ni dónde estará entre todos esos puntitos de luces. 





16.30h, llegamos. Y llego tal como me fui, con mi amiga Andrea recibiéndome en el Aeropuerto, acompañada de una sorpresa.



En cuanto a mi objetivo, creo sinceramente que hemos conseguido más de lo que se ha conseguido jamás en tan solo una semana en La Antártida. Fui con una pregunta: ¿qué pasó con el San Telmo?





Y me voy con mil más:

¿Por qué los rusos nos escondieron el mapa de la Isla Livingstone?, ¿qué hay en moscú?, ¿cómo demostraremos lo escrito en las bitácoras de los primeros exploradores?, ¿de dónde sacaremos un transporte para poder llegar a la localización geográfica de los restos del buque?, ¿cómo podemos demostrar que los restos de madera de la base uruguaya son restos de un bote construido para sobrevivir?, ¿de dónde sacaremos un robot como el de la Base china para sumergirnos en las aguas antárticas?, ¿qué disparaba el detector de metales en Base Artigas debajo de tanta nieve?



Todas y cada una de estas preguntas es un logro, todo un éxito. 



Tenemos menos de 365 días para intentar responder y/o conseguir soluciones a todas y cada una de estas preguntas. Pues tengo el orgullo de deciros a todos que estamos a las puertas de descubrir algo grande, muy grande. 



Mi cuerpo físico está aquí, pero mi mente sigue embobada con el atardecer de esos lugares fríos del Sur. ¿Qué harán los marinos ahora? ¿seguirán con sus guardias y sus aventuras? ¿los pingüinos de la Antártida habrán emigrado ya? ¿sigue Fildes congelada?




No sé si será por todas las veces que besé el pie de Magallanes, o porque tengo que volver a por esa bolsa de patatas que me ha tocado con el vale. O bien para adoptar a mi querido York. 


Pero voy a volver, vamos a hacer todo lo posible por volver. Y cuando lo haga os pienso llevar conmigo. Así que marcar una cruz en vuestro calendario a principios de marzo del 2015. Que volveremos a la aventura. 



Pues la historia de nuestro buque nos esperará bajo las aguas gélidas antárticas. De hecho somos la única esperanza de esas 644 personas, de esas 644 vidas que ya no podrán ser rescatadas, pero quizás sí su historia. 




Somos como ese rayo de atardecer patagónico que despierta tranquilidad, seguridad y confianza.



Con cariño y agradecimiento,





 A.A.G-G